No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón de los potreros
En el corazón de los corrales
en el corazón del viento
en el corazón sensible del moriche
en el fondo de los ríos
en el silbar del aire
en el plan de la canoa
en el tallo del cabo de soga
en los olores a mastranto
albahaca y malabares.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón del sol
En el corazón del congrio
En el corazón del botalón
En el corazón de la cuajada
En la hincada del espino
En el vuelo de las garzas
En el chupulún del babo
Y el rugir del araguato
En el canto de las aves
En el ir y venir del canalete
En el agua arriba
En el agua abajo
En el rayo y el relámpago
En la llovizna y el chubasco
En el trueno que presagia
La brisa en su llegada.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón del toro padre
En el corazón del gallo
En el corazón del caballete
En el corazón del pasaje
En el golpe del bordón
En el llamado de las primas
En el talón del bailador
Y en la mujer campesina.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
en el corazón del chinchorro
en el corazón del colgadero
en el corazón del topochal
en el corazón del cuero
en el plan de la totuma
en la espuma de la leche
en la piedra de amolar
en el filo del machete
en el vientre de la vaca
en el cuajo de la res
en el arco y en la flecha
en la suela de alpargata.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón del conuco
En el corazón de los peones
En el corazón de los caballos
en el corazón de los horcones
En el troche del maranto
en el joropo y la tonada
en el sancocho y la cachapa
y el olor a carne asada.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón de la sabana
En el corazón de los esteros
En el corazón del paso
En el medio de la mata
En la choza campesina
En el ranchito veguero
En el cielo y en las nubes
en la tierra y el polvero
en los miles de caminos
rumbos de los cabestreros
en las topias del fogón
y el olor a café negro.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón del hato
En el corazón de la quesera
En el corazón del budare
En el corazón del caldero
En donde atracan los bongos
Donde descansa el bonguero
Donde atracan las canoas
y descansa el canoero.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
en el corazón del monte
en el corazón del viento
en el corazón de afuera
en el corazón de adentro
en lo cercano
en lo más lejos
en el nacimiento
en el entierro
en el charco y el barrial
en los zurales
y el polvero.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón de mis hijas
En el corazón de mis amigos
En el corazón de mi mujer
En el corazón de los bohemios
En la voz del pasajista
En el leco del coplero
En el contrapunteador
en el toro madrinero
en la soga y en el lazo
en la falseta y el rejo
en el fondo de la camasa
en la señal y el hierro.
No es verdad que yo haya muerto
Ni es verdad que moriré
Viviré por siempre
En el corazón de las mujeres que amé
En el corazón de las mujeres que me amaron
En el corazón de las que aún viven
En el corazón de las que han muerto.
Juan A. Aquino A.
03/07/2008.