Homenaje a Juan Aquino


Poeta Apureño

Juan Antonio Aquino Aquino

Apureño, nacido en San Fernando el 3 de octubre del 1950. Amante del llano, su música y su gente.

Dejó su ciudad natal para cursar estudios en la Universidad de Carabobo, de donde egresó como Licenciado en Educación. Realizó estudios de maestría en Investigación y de doctorado en Educación. Desde muy joven, su trayectoria académica lo llevó a formar parte del personal docente del Departamento de Estadística y Evaluación de esta Facultad, de donde se jubiló como Profesor Titular. Durante algunos años impartió también la cátedra de Estadística en la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Canoabo.

Docente, escritor, poeta y cantautor. En sus tiempos libres escribió innumerables composiciones con letra y música propia, así como textos de poesía donde destaca su amor “por ese pedacito de tierra buena y generosa que nos pertenece a todos, especialmente a quienes la amamos y a quienes están dispuestos a amarla”.

De espíritu alegre y competitivo. El deporte fue otra de las pasiones de su vida. Formó parte de la selección juvenil de basquetbol del Estado Apure y, posteriormente, del equipo de docentes de la Universidad de Carabobo, en esta disciplina y en sofbol.

Hombre de familia. Estuvo casado con Trina Luque Mirabal con quien compartió su vida por más de cuarenta años y de cuya unión nacen Mariana y María Eugenia, sus “dos garcitas, la blanca y la morena”. La garcita morena lo hizo abuelo de su bordón: Juan Ignacio.

Juan Aquino falleció el 10 de octubre de 2015. Antes de partir, dejó sembrado en su familia y amigos un profundo amor el llano y por su estado Apure, tierra que anidó en su corazón y de la que nunca llegó a separarse, a pesar de tener más de cuatro décadas viviendo en la ciudad de Valencia. Entre sus libros escritos tenemos: Rompió Fuente (1990), Huellas de Regreso (1993), Invierno y Verano (1995), Conledad (2000), Cuento con Cerebro Ajeno (2002). Obras inéditas: Profundidad (poemas), Confesiones (anécdotas), Reciedumbre (cuentos). Grabó sus composiciones en los CD titulados: El Reto, La Voz del Corazón, Arraigante, Vidas Cantadas, y con este material produjo un karaoke para promover el canto de su poesía. Fue productor del CD Familia Cantarina, con el propósito de dejar grabada la tradición de canto en la familia.

Biografía image

Mi Locura: El llano, su música y su gente

No es Verdad

No es verdad que yo haya muerto Ni es verdad que moriré Viviré por siempre En el corazón de los potreros En el corazón de los corrales en el corazón del viento en el corazón sensible del moriche en el fondo de los ríos en el silbar del aire en el plan de la canoa en el tallo del cabo de soga en los olores a mastranto albahaca y malabares.

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Cuando Llueve Tan Cerca

Había visto la inundación nunca tan cerca. Mi cabello entiesado por el sol bendito pide perdón a la lluvia quien sacia su rabia.

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Pactos

Hay que ver para creer / lo que es la vida en el llano anegado en el invierno / y reseco en el verano cruzado por mil caminos / que siempre llevan a un lado igual por el peón del hato / que siempre lo hace descalzo o por el dueño 'el ganao / que va en carro o a caballo.

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En Ese Lugar

En ese lugar donde no hay espacio y las rosas carrubias no son rosas ni son carrubias estás tú.

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Entrepitos

Dejen de meterse en la vida de los demás permitan a cada quien vivir su vida de la misma forma que Uds quieren vivir la suya pues cada quien tiene su manera de vivir.

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Guacharacas del Ávila

Escuché desde la cima Del Avila allá en Caracas El canto criollo y sonoro De una linda guacharaca Su voz clara y mañanera Pasaba sobre una plaza Atravesaba autopistas Y a toditos despertaba

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Hijos

Los hijos son del vientre Y del semen De aquellos que los quieren Y de los que no quieren De aquellos que sí pueden Y de los que no pueden Pues los hijos son del alma Del mundo y de la vida No sólo son del cuerpo.

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Imperecedero

En todas partes está el amor decíale la sal al dulce la luna al sol la tierra al agua la noche al día el odio al amor.

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Donde te Encuentres

Sé que estás cerca de mí porque eres brisa eres la luz de mi vivir Sé que estás cerca de mí porque eres ansia, eres deseo amor y sufrir.

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Me Di Cuenta

Te pusiste triste / un atardecer cuando decidí / borrar tu querer cerraste los ojos / lloraste mujer y creo que tu vida / vi desfallecer.

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Mi Otro Pueblo

Allá en Valencia –mi otro pueblo- tengo un rancho que no es de palma / ni de píritu embostado no tiene caballete de congrio ni guayabo tampoco piso ‘e tierra que puedan talonearlo.

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El Arpa, Mi Prenda Hermosa

Te conocí prenda hermosa / para una bajada de agua cerca del río Cunaviche / cabalgando en la sabana oía tu voz, tu sonido / en el vientre de mi mama igual que oía el galopar / de la bestia en la entrá de agua y luego de haber nacido / aún cuando niño estaba te conocí por tu canto / y los cuentos que escuchaba.

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Sólo escribo cuando siento jamás si lo intento.

En este hermoso universo hay cosas que no son para tí; deja de buscarlas, deja de anhelarlas para que en ese espacio encuentren cabida otras que desean el encuentro contigo

El aguacero logró entristecerme. Mucho antes, así se lo había propuesto su cómplice, la lluvia. Entre ambos me apresaron. Entonces comencé a escuchar risotadas de cadenas, grillos y cerraduras. Soñaba con tenazas, piquetas y cizallas. Hierro y acero en perfecto acuerdo. Sentía lástima por los animales silvestres. Quizás el frío encadenador también a ellos maltrataba. Pensaba que el sol era culpable. Una vez más se había dejado vencer. Habría sido débil. Quizás engreído en su mal calculado hervor. Fuerte y brillante su apariencia, pero vacío por dentro. Acaso sin adentros...

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El encierro era total. Las maldiciones retumbaban entre puertas y paredes sordas. Del techo bajaban sanguinolentas quejas que me lanzaban de una cárcel a otra. El olvido emergía como la aparente posibilidad de escape a tanta imposibilidad. Se me ocurrió abrir una hendija de sol en un lugar no descubierto de mi sien izquierda. Avisté una reja en mi sien derecha. A través de ésta pude mirar otros seres. Estaban encerrados también. Los invité a revisar sus sienes. A creas posibilidades. Derrumbamos cada reja que nos separaba. Ellos tiraron hacia fuera. Yo empujé en la misma dirección.

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Juancito y Arturo eran dos hermanitos que vivían en uno de esos pueblos de América que casi nadie conoce, quizás porque no tiene petróleo o porque su nombre no aparece en el mapa. Ellos tenían un primo llamado Williams, a quien apodaban Perico. ¡ Trúuuua, Perico!. gritaban muchachos del pueblo para echarle bromas y hacerle poner bravo.¡ Trúuuua, Perico! se oía desde cualquier esquina, siempre a escondidas.

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Lo conocía desde la infancia. Tiempo de caminos largos. Tiempos donde no existía el miedo. Iba en un bongo de espadilla, transitando rumbos de agua dulce. Lo acompañaba su madre, quien también era mi madre, y mi otro hermano varón. Yo los miraba desde la ciega humedad del vientre de aquella mujer. El bonguero, -hombre de canalete y palanca- calmaba la sed con agua del Cunaviche y del Apure, y ocasionalmente achicaba el plan del bongo con la misma totuma donde nos daba de beber. Había comenzado la bajada de agua, finales de Septiembre y comienzo de Octubre. Llano adentro.

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En sus ojos había ira. Frustración. No se parecían en nada a las dos gotas de miel que humedecieron mi corazón en los años de audaz adolescencia. Sentí miedo por vez primera, aunque sabía cuál era el motivo de su disgusto. Y lo peor: ella tenía razón. La irresponsabilidad se había apoderado de mí. No encontraba como mandarla lejos. Llego a creer que no deseaba separarme de ella. Era como una amante, quien sin verla tan siquiera, ni corretear con ella por calles y avenidas, cine o playa, me seducía con frases dulces en el ir y venir.

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La avioneta manchaba aquel cielo fogoso, bordado con figuras de seres vivientes que se asustaban ante el ruido desconocido. Abajo, un hombre cabalgaba con la mirada ciega en la sabana árida. No muy lejos de allí, el pensamiento esperanzado de un grupo de niños, chorreados desde la quijada hasta el ombligo, asestaba lanzados sobre su espalda. De pronto, la máquina se vino al suelo. Su trasero sangró humo. El cielo se arrumazonó y adoptó el color de la muerte. Se autoinvitó la lluvia, quien traspasó, sin permiso alguno, las recientes hilachas de fuego del nuevo día. Tan gigantesco fue el torrente, que anegó hasta los espacios invisibles de aquella tierra visible a todos.

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La sabana lucía árida. La brisa que soplaba por entre las ventanas del rústico vehículo era vaporosa. El pajonal estaba reseco, hambriento de lluvia, quizá.. A cada momento había que detenerse para abrir una puerta de tranca o un falso. Pendiendo sobre el último pelo de alambre de púas de la empalizada había siempre un anuncio: Fundo La Fijanza, hato El Progreso, Paso las Mulas, Hato La Verdad, Bartolero, Tocoragua... De vez en cuando los hombres descendían a descansar, estirar las piernas y echarse un trago de ron “para espantar el sueño”. Iban alegres, seguros de encontrar carne de cacería. Escuchaban música llanera y disfrutaban de la inmensidad de aquellas sabanas pobladas de blanquecinos médanos y de un cielo que, a pesar de su obscuridad, brindaba una luna enrojecida bordada de fogosos colores.

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Sudorosos Enrique y Rufino desmontaron de sus bestias frente a la puerta de tranca del fundo San Gregorio. Los animales despabilaban seguidamente en señal de cansancio, pues habían terminado una tarea muy dura en la cual recogieron casi todo el ganado disperso en las sabanas del hato conocido como Coco e Mono, herencia de los finados Don Luis Tomás Rodríguez y Doña Clara de Rodríguez. Luego de desensillar, los hombres se dirigieron al interior de la casa en busca de comida, mas sólo encontraron silencio. Malos presagios, ya que era la costumbre que sus mujeres la hubieran guardado. -¡Qué guena vaina, en esta jodía no hay na que comé! –dijo Enrique con molestia-y agregó: ¿Será que se jueron pa la otra casa y la dejaron allá?

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Me persigno -Dios mío- en tu nombre, el de tu hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. Al hacerlo, unto sal y grasa de tu cuerpo sobre mi frente, pecho y hombros. Y reconozco esta cruz como la misma en la cual tu hijo murió para llevar la salvación a todos los seres humanos del planeta. Gracias –Dios mío- mil gracias te doy por ayudarme a conocerte y a creer en tí con profunda fe. Gracias -Dios- mío por echarme a esta vida en la que he vivido muchas vidas.

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No alcanzaba a entender por qué mi madre se empeñaba en abandonar aquel lugar tan hermoso donde teníamos siglos viviendo. Yo era feliz allí. Vivía con ella de día y de noche. Respiraba de su aire. Comía de lo que ella comía. Me bañaba diariamente en los caños y riachuelos del Hato. Bajo la sombra de los morichales yo descansaba luego de haber nadado tanto, después de haber jugado y conversado con los peces, mis grandes amigos de entonces.

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Música

VIDAS CANTADAS

Recopilación de toda la obra musical del poeta Juan Aquino en formato .mp3

Bs8500

EL RETO

CD DE AUDIO | Primera producción discográfica del poeta Juan Aquino DISPONIBLE PRÓXIMAMENTE

LA VOZ DEL CORAZÓN

CD DE AUDIO | Segunda producción discográfica del poeta Juan Aquino DISPONIBLE PRÓXIMAMENTE

ARRAIGANTE

CD DE AUDIO | Tercera producción discográfica del poeta Juan Aquino DISPONIBLE PRÓXIMAMENTE

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